El escrito que se presenta a continuación fue enviado a la Revista de Obras Públicas para su publicación a principio de 2013 como Comentarios al artículo «Retos y oportunidades de la ingeniería civil española» de Luis Berga Casafont publicado en la ROP nº 3.537 correspondiente a noviembre de 2012. Sin embargo, la dirección de la Revista mutiló el escrito alegando falta de espacio, publicando una versión descafeinada en la ROP 3541 de marzo de 2013 dentro de la sección «Cartas al Director«. Ahora recuperamos el texto original para que el lector juzgue su validez o actualidad cinco años después de haber sido escrito.
En estos días siente la humanidad civilizada un temor que hace treinta años, no más, desconocía. Hace treinta años creía estar en un mundo donde el progreso económico era indefinido y sin grandes discontinuidades. Mas en estos últimos años el mundo ha cambiado; los jóvenes que comienzan a vivir plenamente ahora viven en un mundo de crisis económica que hace vacilar toda seguridad en este orden─ y quien sabe que modificaciones insospechadas, hasta increíbles, pueden acarrear a la vida humana. Utilizamos estas palabras de José Ortega y Gasset, de una conferencia pronunciada en 1933 en el ciclo “En torno a Galileo”, como marco para unos comentarios al excelente y bien documentado artículo de Luis Berga, en el que pone el foco ─con gran angular─ sobre los temas de nuestro tiempo para la profesión de ingeniero de caminos: la crisis actual, el paro de las nuevas generaciones (sin jóvenes, no hay futuro), las demandas sociales en relación con la ingeniería civil, el papel futuro del ingeniero y la formación necesaria. Entiendo que los temas planteados por Luis Berga constituyen, sin duda, una invitación al debate; a ese debate pretendemos contribuir con las líneas que siguen.
Ha tenido ─a nuestro entender─ escaso eco entre los ingenieros de caminos el documento “La visión para la Ingeniería Civil en 2025”, basado en la Cumbre sobre el futuro de la Ingeniería Civil celebrada en junio de 2006 por la American Society of Civil Engineers (ASCE) de EEUU; es decir, poco antes de la crisis iniciada en 2008 que ha dado lugar a una gran recesión. El documento fue traducido por la Asociación de Ingenieros de Caminos. Conviene ampliar la referencia que se hace a dicho documento reproduciendo el resumen principal de la Visión 2025:
“Con el mandato de la sociedad de crear un mundo sostenible y mejorar la calidad de vida global, los ingenieros civiles sirven de manera competente, colaborativa y ética como maestros:
- planificadores, diseñadores, constructores y operarios del motor económico y social de la sociedad: el medio ambiente construido;
- custodios del medio ambiente natural y sus recursos;
- innovadores e integradores de ideas y tecnologías en los sectores público, privado y académico;
- gestores de los riesgos y las incertidumbres causados por acontecimientos naturales, accidentes y otras amenazas; y
- líderes en debates y decisiones que conforman la política pública ambiental y de infraestructuras.”
La repercusión del documento en nuestro país se limitó a una mesa redonda organizada por la Asociación de Ingenieros de Caminos, en la que no faltaron algunos unamunianos desdenes sobre su contenido. Se debe destacar que, en los cinco puntos que concluye el documento, aparece de manera destacada el medio ambiente y los recursos naturales. ¿No nos conduce este resultado de los colegas de los EEUU a una reflexión acerca de hacia donde se pueden encaminar en el futuro las demandas de nuestra sociedad acerca del cuidado de nuestro entorno? Máxime a la vista de la “burbuja de infraestructuras” de los últimos años y el debate que está comenzando a surgir sobre la rentabilidad económica y utilidad social de algunas de ellas. La apelación a fórmulas de ingeniería financiera para superar la actual situación parece una huida hace adelante por medio de privatizaciones, colaboraciones público-privadas y otros mecanismos de financiación. Pero, como diría un castizo: “al final, todas las misas salen de la sacristía” y las infraestructuras se acaban pagando vía exacciones por los usuarios o por los ciudadanos a través de impuestos. ¿Estamos aprendiendo las enseñanzas oportunas de la crisis?
El último número del Boletín de Información del Colegio (2012) nos sorprende con la espeluznante cifra de unos 3500 ingenieros de caminos en paro, la mayor parte jóvenes. Es encomiable la labor de apoyo del Colegio en la búsqueda de puestos de trabajo en el extranjero, pero con ello sólo estamos enseñando la puerta de salida a nuestros compañeros más jóvenes. ¿Dónde están los nichos de trabajo en nuestro país? ¿Será suficiente con dedicarnos más o menos a lo de siempre? ¿Cómo nos tomamos lo de “custodios del medio ambiente natural y sus recursos” que plantean para EEUU los ingenieros de la ASCE? ¿Qué proponemos en relación con el mejor aprovechamiento de los recursos naturales, la biodiversidad o el cambio climático? ¿Estamos preocupados por la explotación y conservación de nuestras infraestructuras teniendo en cuenta que su vida útil supera en un orden de magnitud al periodo de su construcción? ¿Esperamos que los jóvenes se entusiasmen por ideas periclitadas o, por el contrario, aspiren no solo a ideas nuevas sino a construir un mundo nuevo? Recordemos que mundo, para Ortega, significa el conjunto de soluciones que el hombre halla para los problemas que su circunstancia le plantea.
Las obras hidráulicas, junto con las infraestructuras de transporte, constituyen las principales actividades sobre las que el Colegio plantea la reserva profesional. La construcción de grandes presas y canales durante el siglo XX, que con razón se ha denominado el siglo de oro de la ingeniería hidráulica española, nos ha dotado de infraestructuras que posibilitaron el despegue primero y el desarrollo económico posterior mediante la producción de alimentos por medio del riego, la generación de energía eléctrica y la mejora de la salud e higiene de la población mediante los sistemas de abastecimiento y saneamiento. Pero se puede argumentar que prácticamente se ha realizado ya el “todo Costa” con unas 1300 grandes presas de unos 55 000 hectómetros cúbicos de capacidad de almacenamiento. En estas circunstancias, ¿cuál será el papel que le puede corresponder a las nuevas generaciones? Tenemos que volver a Ortega, que dedicó una buena parte de su pensamiento a la teoría de las generaciones. Alguien ha preguntado retórica y exageradamente si después de Ortega se ha dicho algo que merezca la pena en nuestro país. Pues bien, Ortega proponía en su conferencia “Vieja y Nueva Política” en 1914: En épocas críticas puede una generación condenarse a histórica esterilidad por no haber tenido el valor de licenciar las palabras recibidas, los credos agónicos, y hacer en su lugar la enérgica afirmación de sus propios, nuevos sentimientos. Como cada individuo, cada generación si quiere ser útil a la humanidad, ha de comenzar por ser fiel a sí misma. (…) Los jóvenes deben actuar desde el amor y la indignación. Luis Berga nos advierte que tenemos que salir de los terrenos trillados. Las circunstancias han cambiado y lo que antes era un clamor de la sociedad acerca de la necesidad de construcción de grandes infraestructuras hidráulicas, ahora es objeto de rechazo por una parte importante de esa misma sociedad. Nuestros colegas de los EEUU comienzan su manifiesto proclamando: Con el mandato de la sociedad de crear un mundo sostenible… ¿No será llegado el tiempo de emprender una nueva singladura de nuestra política hidráulica a la vista de que en los últimos tiempos nos hallamos desorientados y sin saber a qué atenernos, cogidos entre la brillantez de nuestras pasadas realizaciones y el rechazo social y ambiental a las grandes infraestructuras hidráulicas?¿No serán las plantas de tratamiento de aguas ─plantas de potabilización, de tratamiento de aguas residuales para reutilización o para verter a los ríos, plantas de desalobración o desalación─; repetimos, no serán las plantas de tratamiento las presas del siglo XXI?
La conservación y restauración de nuestros ríos puede constituir otro campo de interés para los ingenieros de caminos, tanto en la ingeniería como en las actuaciones. Por una parte, quitar obstáculos acumulados en el transcurso de los tiempos que impiden la conservación de los ecosistemas ligados al agua (ingeniería fluvial) y la restauración del entorno. Debe tenerse en cuenta que en el desempeño de la profesión, junto a las acciones intelectuales, se encuentran las volitivas y las sentimentales. ¿Quién no ha sentido la emoción que ahoga la garganta al recorrer el camino machadiano de la ribera del Duero entre san Polo y san Saturio?¿Cómo ponderar el valor de la emoción frente a los usos económicos y productivos del agua de la curva de ballesta que traza el Duero en torno a Soria? Por otra parte, se debería intervenir en uno de los debates que están emergiendo en la actualidad y que se puede plantear de una forma muy simplificada de la siguiente forma: ¿qué porcentaje del caudal circulante por un río podemos dedicar a usos productivos y cuál debemos dejar para el mantenimiento de los ecosistemas y cumplir el legado ambiental que estamos moralmente obligados a dejar a las generaciones futuras? El debate sobre los caudales ecológicos (o ambientales, o de mantenimiento, etc.) que se está iniciando en la Unión Europea, junto con la condicionalidad de las ayudas de la política agraria ligada a la conservación del medio ambiente (incluso el hídrico), marcará las agendas de trabajo de los próximos años. Junto a las actuaciones para hacer frente a las recurrentes sequías e inundaciones, habrá que añadir las estrategias de adaptación al cambio climático que nos pueden llevar, a modo de ejemplo, a revisar la robustez de nuestros sistemas de abastecimiento urbanos, en la idea de que la prevención es una virtud de las sociedades desarrolladas.
La formación de los futuros ingenieros de caminos es otro de los temas que toca acertadamente Luis Berga. Tenemos claro que no se puede seguir enseñando lo mismo que hace 40 años aunque con ordenador. Ortega (cómo no) también tocó el tema en su trabajo “Misión de la Universidad”. Propugnaba que la principal misión era, dejando aparte la enseñanza de una profesión, la de proporcionar una cultura general. Recordemos que para Ortega cultura es el sistema de ideas vivas que cada tiempo posee; la cultura hace referencia necesariamente a valores y convicciones. Añade Ortega: La profesión, en la Universidad, después de la cultura es lo más urgente; pero para ser un buen médico no es preciso un conocimiento pormenorizado de la ciencia correspondiente; se espera del médico que aporte soluciones, no que se ocupe del análisis de situaciones problemáticas. Hay que dejar a un lado el fardo científico innecesario, cuyo peso perjudique, más que ayude, a la consecución de los fines prácticos deseados en el ejercicio de esas profesiones. En ese sentido habría que meditar sobre la idea propuesta por el sociólogo alemán Ulrich Beck para los niveles más altos de la ingeniería: la idea del super-ingeniero, profesional dotado no sólo de conocimientos tecnológicos, sino que además incorporará aspectos conceptuales; manejará con soltura aspectos sociales, ambientales, económicos y administrativos; incluso sabrá dialogar para lograr la aceptación social de los proyectos necesarios y para la resolución de conflictos; necesitará poseer dotes de creatividad e innovación. También deberá y sabrá integrarse en equipos multidisciplinares (liderándolos o no), con capacidad de coordinación y conciliación de aspectos diversos y en ocasiones contrapuestos. Pero estas ideas, ¿no enlazan con la cultura general que propugnaba Ortega para la formación de los profesionales, a la que cabe añadir la valiosa experiencia adquirida por la práctica de la ingeniería basada en la observación y en la necesidad de formación continua?
En cuanto al papel de los ingenieros como funcionarios públicos, nos limitaremos a recoger para el debate que requerimos unas palabras de Hegel, que considera que los funcionarios del Estado es la “clase universal” responsable de dar cumplimiento a los intereses generales de la sociedad y, por tanto, la que detiene la egoísta contienda (bellium omnium contra omnes) que se da en la sociedad civil. Según Hegel la “división de trabajo en la tarea de gobierno”, la burocracia de funcionarios del Estado, constituye la mediación organizativa entre los intereses particulares o individuales de los hombres de la sociedad civil y las condiciones generales del Estado. El nombramiento de funcionarios en base de exámenes, junto con el concepto de deber moral impersonal, asegura que el miembro de la “clase universal” renuncia a la satisfacción caprichosa de cualesquiera fines subjetivos. (…) Aquí reside, por lo que se refiere a los asuntos públicos, el vínculo del interés general con el interés particular, que constituye el concepto y la estabilidad interna del Estado.
Concluyo manifestando mi coincidencia con Luis Berga acerca de las palabras del presidente Herbert Hoover: La ingeniería civil es una gran profesión. Por ello, la generación de ingenieros de más edad de una profesión liberal que ha tenido un relevante prestigio intelectual, está obligada a realizar un esfuerzo en los tiempos actuales para legar a las generaciones más jóvenes algo más que ideas periclitadas, una burbuja de infraestructuras, valores orientados principalmente hacia lo crematístico, una excesiva sumisión a los poderes de turno y un banco privado. La profesión de ingeniero de caminos no se debe construir sólo con materiales del pasado, sino abierta hacia el futuro, con fina sensibilidad hacia las demandas de la sociedad. Machado nos dejó dicho: Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira / cambia la mar, el monte, y el ojo que los mira.
Además es muy difícil de justificar:
Que la enseñanza de la ingeniería esté en manos de ingenieros que nunca han trabajado como tal.
Que se construyan infraestructuras sin haber establecido con claridad su forma de financiación.
Que a nivel de planificación se confundan los objetivos con los medios y que se ejecuten las infraestructuras sin un estudio de alternativas riguroso.