Mariana Mazzucato, una nueva estrella en el mundo de la economía, de lectura inexcusable(*)

​En ocasiones, en el mundo de la economía, se produce la aparición de una estrella rutilante que nos deslumbra con su luz y la certeza de sus puntos de vista. Inmediatamente recordamos a Keynes, claro. En este caso se trata de la ítalo-norteamericana Mariana Mazzucato, catedrática de Economía en Londres y directora del Institute for Innovation and Public Purpose.

El texto al que nos referiremos se intitula Misión Economía. Una guía para cambiar el capitalismo. Ed. Taurus, 2021, 249 págs. Su tarjeta de presentación es la siguiente: «El capitalismo lleva tiempo paralizado y no ofrece respuestas a nuestros mayores problemas, como las epidemias, la desigualdad y la crisis ambiental». Desgraciadamente el libro está escrito antes de la invasión de Ucrania por Rusia y la consiguiente y grave crisis de la energía en Europa. Habrá que esperar hasta el próximo día 3 de noviembre, fecha en la que está anunciada la aparición de su nueva obra «El Estado Emprendedor», en la que quizá trate del que se puede decir «el problema de nuestro tiempo», con expresión tomada en préstamo de Ortega. Pero ello no resulta óbice para recomendar la lectura del libro que estamos reseñando por sus propias ideas y valores. 

Sigamos con «Misión economía». Dice la Mazzucato: «Se impone la necesidad de repensar el papel de los Estados en la economía y en la sociedad, de orientar los presupuestos al largo plazo y de recuperar el sentido del interés público». Para ello propugna un elevado grado de «colaboración entre naciones, ciudadanos, Gobierno y sector privado». Para lo cual «hay que recuperar la aptitud de las administraciones de articular contratos (…) [transformado] al Gobierno desde dentro [para] fortalecer sus sistemas ─de sanidad, de educación, transporte o medioambiente─ al mismo tiempo que redirige la economía.

Mazzucato entra ampliamente en la crítica de nuestro sistema económico/financiero actual: «hoy en día, oímos hablar del «coste» de nuestros servicios públicos ─y de su repercusión en el déficit y la deuda anuales─ y no sobre los ambiciosos objetivos o los importantes resultados que se intentan lograr. Se asume que, si gastamos más en un ámbito, tenemos que gastar menos en otro (…) Tenemos que creer en el sector público e invertir en sus competencias básicas, entre ellas la capacidad de interactuar con otros creadores de valor en la sociedad y diseñar contratos que sirvan al interés público» Añadimos por nuestra parte: y no servir exclusivamente al interés privado como se ha venido haciendo con frecuencia en nuestro país (véase, por ejemplo, los contratos de colaboración público-privada de las autopistas radiales de Madrid).

Continúa Mazzucato: «Las políticas deben recuperar el propósito(**) público, de modo que su fin sea generar beneficios tangibles para los ciudadanos y establecer objetivos que le importen a la gente, motivados por consideraciones de interés público en lugar de por el beneficio (privado). También significa que el propósito sea algo central en la gobernanza corporativa y considerar las necesidades de todas las partes interesadas, incluidos los trabajadores y las instituciones comunitarias, en lugar de únicamente los accionistas».

Son acertadas sus críticas al sistema económico/financiero actual: «La mayor parte de la financiación regresa a las finanzas, los seguros y las propiedades inmobiliarias, en lugar de destinarse a usos productivos (…) En el Reino Unido el 10 por ciento de los préstamos bancarios se concede a empresas no financieras; el resto respalda a activos inmobiliarios y financieros. En 1970, en las economías avanzadas, los préstamos inmobiliarios constituían alrededor del 35 por ciento de todos los préstamos bancarios; en 2007 la cifra había aumentado hasta alrededor del 60 por ciento». Añadimos por nuestra parte: la cantidad de activos financieros circulando por el mundo, es diez veces mayor que el necesario para hacer funcionar la economía productiva, masa de activos buscando insaciables beneficios, constituyendo uno de los más graves problemas actuales, al que no se ofrecen soluciones. La única solución que ofrecen el FMI y el BCE es… ¡inyectar más dinero en el sistema financiero a bajo ─o muy bajo─ interés! Como diría nuestro Francisco de Quevedo: «Un desconcierto no suele llegar a viejo».


(*) Lo de «inexcusable» me recuerda los oficios que enviaba a finales de los años 40 la Delegación de FET y de las JONS, en los que se citaba para acudir a una reunión, cuya asistencia se efectuaría «sin excusa ni pretexto alguno». Los oficios tenían un pie que decía: «Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista».

(**) Mazzucato resume una de sus ideas en «construir una economía orientada al propósito». Sobre esta palabra, el propósito, recuerdo que, en un curso de verano de la universidad de Valencia, hacia 1990 o 1991, titulado «Hacia una ciencia de los recursos naturales», en el que participé junto con José Manuel Naredo (director), Fernando Parra, José María Gascó, Joan Martínez Alier, Antonio Valero y otros, utilicé ampliamente en mi intervención la idea de «propósito» para referirme a la gestión de los recursos naturales. Mi propuesta fue recogida por José Manuel Naredo, que la llegó a desarrollar posteriormente.

Autor:

Bernardo López-Camacho y Camacho

Dr. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
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