Cuando hace su aparición una sequía por el horizonte carpeto─vetónico─nacional, enseguida proliferan por nuestros medios de comunicación agoreros bienintencionados que se dirigen «al sufrido contribuyente» casi acusándole de ser un manirroto con el agua. En consecuencia, es el causante de lo mal que lo está pasando el PIB, la sociedad y el medio ambiente.
Y le sueltan una retahíla de consejos caseros del tipo: ¡no se le ocurra tener el grifo abierto mientras se lava los dientes, derrochador! ¡Utilice la lavadora a carga completa y cámbiese menos de ropa, caramba! ¡No se bañe, que gasta mucha agua; si le huele el alerón, dúchese pero poco! ¡Junte varias deposiciones en el inodoro antes de hacer correr el agua! ¡No se le ocurra regar su jardín con agua de la red: vade retro! ¡Díganos cuánta agua ha ahorrado este mes, pues de eso depende la salvación del mundo!
Y el probo ciudadano, que bastante tiene de ocuparse de lo suyo, y solo piensa en llegar a casa para darse una ducha calentita antes de dormir, se siente abrumado con tanto mensaje acusatorio. Y piensa: pero, en esto del agua, ¿no se podían ocupar los políticos de turno y las empresas de abastecimiento, que es lo suyo, y dejarnos en paz a los fatigados ciudadanos?
Porque el ciudadano comienza a percibir que estas «campañas de concienciación ciudadana» son parte del juego político; mejor dicho, del juego de los votos. El partido en el gobierno (municipal, autonómico o nacional) tiene que llevar a cabo estas campañas para dar buena imagen ante la opinión pública y, sobre todo, para que no le «saquen los colores» los políticos de la oposición. A su vez, los de la oposición harán campaña para llevar a la opinión pública la conciencia de que los que están en el poder «no hacen nada» por proteger los recursos y preservar el medio ambiente. Luego, si corre el turno y se intercambian los partidos en el poder y en la oposición, el juego sigue con los papeles cambiados. Pitos tocados.
Pero, ¿de verdad se consigue algo con estas campañas? ─¡Claro que sí!─, oigo que me contestan los «creyentes» ─siempre es bueno el ahorro de agua─. Incontestable, pero…
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