Hacia 1991-93 la situación de la política del agua en España sufría un periodo de estancamiento y confusión. Por una parte, se deseaba dar un nuevo impulso a la construcción de presas y trasvases con objeto de aumentar (bastante) la superficie de zonas regables. Pero, a la vez, surgían nuevas consideraciones acerca de la calidad del recurso, el cuidado ambiental, la eficiencia económica, la incorporación de las aguas subterráneas al dominio público, el régimen concesional, los nuevos actores y la gobernanza del agua derivados de la nueva Ley de Aguas de 1985 y sus Reglamentos, así como de los trabajos de la Unión Europea enfocados hacia la aprobación de la Directiva Marco del Agua del año 2000. El Estado Mayor de la planificación hidrológica, la dirección general de Obras Hidráulicas (pronto transformada en dirección general del Agua sin más), se hallaba dividido entre las distintas posiciones de cara a la redacción del Plan Hidrológico Nacional (PHN). La decisión del ministro Borrell fue la de elaborar un plan de corte «clásico», de presas y trasvases principalmente, que dio lugar al nonato PHN de 1993, que fue finalmente rechazado por el Congreso de los Diputados.
Dentro del debate desarrollado en aquellos años se utilizaba un argumento de peso: la gran y brillante tradición de la ingeniería hidráulica española en la construcción de presas, que habían contribuido notablemente al desarrollo económico español de las décadas pasadas. Se exponía que España era el tercer o cuarto país del mundo en número de grandes presas, con más de 1000 construidas. Sosteniendo un argumento contrario, el profesor Ramón Llamas indicaba que tal número parecía excesivo para un país con la superficie y población de España[1].
Unos años antes, a mediados de la década de los 80, la dirección general de Obras Hidráulicas había llevado a cabo un gran trabajo: el Inventario Nacional de Grandes Presas, recogiendo la información histórica de estas infraestructuras. Basados en este trabajo, en la Subdirección de Planificación Hidrológica se llevó a cabo un trabajo estadístico sobre la capacidad de los embalses españoles. Es decir, se cambió el punto de vista desde las presas hacia los embalses, dando preeminencia en una variable funcional: la capacidad de los embalses generados por las grandes presas[2]. Dejando fuera las presas de collado, la muestra elegida fue de 931 embalses, con una capacidad total de unos 50 000 hm³ [3]. Las principales conclusiones alcanzadas fueron:
- La mitad de los embalses españoles generados por las grandes presas tienen una capacidad inferior a 1,5 hm³.
- La capacidad media de los embalses es de 53 hm³. Solo el 15% de los embalses superan esta capacidad.
- Los nueve embalses con capacidad mayor de 1000 hm³ [4] suman el 35% de la capacidad total.
- Los 96 embalses con capacidad mayor de 100 hm³ suman el 85% de la capacidad total.
En otras palabras, nuestro país cuenta con un número elevado de grandes presas, pero el número embalses con una notable capacidad, pongamos mayor de 40 hm³, es de 161 (17% del total), que pueden almacenar el 93% del volumen total. Se trata, por consiguiente, de una distribución estadística con un pequeño número de grandes embalses y una gran cantidad de embalses pequeños o muy pequeños formados por grandes presas. Una distribución estadística de tipo logarítmico normal parecida a la distribución de la renta o de la riqueza nacional.
[1] En la actualidad España cuenta con unas 1200 grandes presas, ocupando el quinto lugar después de China, EEUU, India y Japón.
[2] Según la Comisión Internacional de Grandes Presas, una gran presa es aquella que supera los 15 m de altura o que con más de 5 m tiene un volumen de embalse de 3 millones de metros cúbicos. Esta definición ha ido cambiando a lo largo del tiempo.
[3] En La actualidad la capacidad total de embalse en España es de unos 56 000 hm³.
[4] Los nueve mayores embalses de España son: La Serena (Zújar) con 3232 hm³; Alcántara (Tajo), 3162; Almendra (Tormes), 2648; Cijara (Guadiana), 1670; Buendía (Guadiela), 1638; Mequinenza (Ebro), 1533; Valdecañas (Tajo), 1446; Ricobayo (Esla), 1200; Alarcón (Júcar), 1112.