La cosa comenzó hace setenta años en un cine de verano.
Cuando tenía yo once o doce años, hacia 1952-53, una noche de verano en la que el calor dificultaba el sueño, mientras dábamos lugar a que refrescara la noche acompañé a mi padre a ver una película en el cine Terraza del Casino, en Manzanares (Ciudad Real). El mal llamado cine era un patio con suelo de carrujo (gravilla fina de río) y sillas de tijera, con pantalla jabelgada sobre un tapial del fondo, pozo con garrucha para regar el patio en la pared de la derecha y bar al fondo, frente a la pantalla; al lateral izquierdo daban las habitaciones del Hotel Casino; desde la planta alta los huéspedes seguían la película desde las ventanas de sus habitaciones.
Aquella noche «ponían» una película italiana de Alida Valli, Rossano Brazzi y Fosco Giachetti de 1942, titulada Los que vivimos. Tenía una segunda parte, Adiós Kira, que no recuerdo ahora si la ponían a continuación u otro día de la siguiente semana. En pocas palabras, la película trataba de la vida de la protagonista, Kira Argounova, en la Rusia comunista poco tiempo después de la revolución de 1917 y de sus amores con los dos galanes, uno perseguido por los revolucionarios y otro dirigente comunista. La verdad es que no me enteré del fondo de la trama, pero se me quedaron gravadas algunas escenas, como el frio que hacía en San Petersburgo (Kira, al levantarse, tenía que romper el hielo de la palangana para lavarse), así como la escena de los soldados soviéticos haciendo un registro en la habitación de Kira, pinchando con las bayonetas la almohada de la que salían plumas que volaban por toda la habitación. Me quedó la impresión, que me dura hasta ahora, de la fuerza de la protagonista luchando contra toda clase de dificultades…
Años después seguía recordando escenas de la película. Como resultaba que en la biblioteca de mi padre estaba la novela original de Ayn Rand, la leí con interés, aunque tampoco llegué a penetrar en el fondo de la trama. Después pasaron varias décadas, pero hace uno o dos años, he vuelto a leer la novela, ahora sin excusas de entender. Se trata de una novela magnífica con contenido autobiográfico de la autora que, nacida en Rusia, se escapó a Estados Unidos donde ha escrito muchos libros y creado un movimiento, el «objetivismo», que propugna un «egoísmo racional», un movimiento próximo (o más allá) de la extrema derecha americana.
La película y la novela (interesantísimas) se centran en Kira, joven que quiere vivir su vida dentro de una dictadura totalitaria y asfixiante. Se mueve entre su enamoramiento de Leo Kovalensky, hijo de un antiguo general zarista fusilado, un guapo e irresponsable personaje, y un militante comunista serio, al que Kira explota para favorecer a Leo. En síntesis: un grito de libertad y también de egoísmo en una joven con gran personalidad y resolución. La novela la han reeditado y la película existe por el bendito Google, aunque no la logro encontrar en castellano; un amigo ducho en las artes informática me ha encontrado una versión en italiano, de la que se entiende más bien poco por la velocidad de los diálogos.
Y concluye con una lectura en el verano de 2023
Mi relación con el tema acaba cuando este verano de 2023, leyendo la excelente obra de Gary Gerstle, Auge y caída del orden neoliberal, editada en español en mayo de este mismo año por la editorial Península, y que lleva como subtítulo «La historia del mundo en la era del libre mercado», al llegar a la legislatura de Donald Trump, salta para mi sorpresa el nombre de Ayn Rand como la «musa» del presidente y de su cúpula neoliberal. Naturalmente me puse a buscar en internet y no me puedo resistir a dar unas noticias sobre un tema que comenzó para mi hace unos setenta años.
En primer lugar, la novela que me ha acompañado durante tanto tiempo fue escrita en 1936. Su autora, Alisa Zinovnievna Rosenbaum, que adoptó el seudónimo de Ayn Rand, nació en San Petersburgo en 1905 y falleció en Nueva York en 1982, viviendo la revolución comunista en primera persona. La farmacia de su padre tenía en San Petersburgo fue confiscada por los soviéticos en 1922. Los que vivimos fue su primera novela, una vez que escapó de la URSS a los EEUU, reconociendo su autora su fuerte contenido autobiográfico. La crítica dice que «la obra se caracteriza por su feroz anticomunismo rayano en el panfleto. Las tribulaciones de una joven rusa, víctima de todas las perfidias posibles, dieron pie a un melodrama algo exacerbado, pero de indudable fuerza». La actriz Alida Valli encarna un personaje complejo, decidida a vivir de acuerdo con su voluntad. La película italiana (Noi vivi y Addio Kira) fue rodada en 1942 como propaganda anticomunista de la dictadura de Mussolini.
A su llegada a los EEUU, Ayn Rand trabajó de guionista en Hollywood y escribió varios libros. El éxito le llegó con El manantial (1943) y La rebelión de Atlas (1957), su obra cumbre. Fue fundadora de una doctrina y un movimiento, El Objetivismo, basada en el hombre «con su propia felicidad, con el propósito moral de su vida, con el logro productivo de su actividad más noble y en su razón como único absoluto». Ha dejado un legado enormemente influyente entre conservadores y libertarios, tanto en EEUU como en el resto del mundo. Su filosofía se basa en «razón—egoísmo—capitalismo».
Lleva vendidos más de 40 millones de sus libros y, a pesar de haber fallecido en 1982, vende ahora un millón de ejemplares cada año. Una encuesta realizada en 1990 por la Biblioteca del Congreso de los EEUU preguntó a los lectores por el libro que más había influido en sus vidas. La respuesta fue asombrosa ya que La rebelión de Atlas fue superada solo por la Biblia. En la campaña electoral de 2016 se considera que Ayn Rand es la escritora fetiche de Trump…y del Silicon Valley.
En el diario El Mundo, el periodista Pablo Pardo, en un artículo publicado el 9 de junio de 2018 escribía: «Su obra El manantial es de las pocas que gusta al presidente Trump. También arrasa entre los jefes de los gigantes de internet. En 2018 ser liberal en EEUU implica leer las novelas de Ayn Rand».
Donald Trump ha declarado que solo le han gustado tres obras de ficción en su vida. Una de ellas es, El Manantial, de Rand: «Es un libro que se relaciona con la vida y los negocios, las empresas y las emociones. Este libro se relaciona…con todo». Rand y Trump están en la misma página mental: la de la idealización del éxito. La lista de sus seguidores no deja de crecer. Por ejemplo, Mike Pompeo, secretario de Estado de los EEUU. Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes. Steve Jobs flirteó con el Objetivismo. Travis Kalanick, fundador de Uber, que puso la portada de El Manantial como avatar en su cuenta de Twitter en 2015. Ayn Rand se declaraba atea y enemiga del Estado. Fumadora empedernida se le declaró un cáncer de pulmón en 1974, acogiéndose para su tratamiento ─hasta 1982, año de su fallecimiento─, al programa Medicare, por lo que dejó claro (quizá en contra de sus teorías y escritos) que «El Estado no está tan mal cuando una lo necesita».