Las Reglas de Explotación del Trasvase Tajo-Segura son un instrumento técnico, pero su diseño y aplicación han estado marcados por una visión ideológica: maximizar el trasvase medio a costa de vaciar los embalses del Tajo. Hoy, revisarlas no es una cuestión política, sino de rigor técnico y legal.
Las Reglas de Explotación del Trasvase Tajo-Segura son, en teoría, una herramienta técnica. En la práctica, reflejan las ideas con las que durante décadas se ha gestionado el agua en España: la obsesión por maximizar el trasvase medio a costa de mantener Entrepeñas y Buendía casi vacíos.
Durante años se justificó ese modelo con el argumento de reducir las pérdidas por evaporación. Pero el resultado ha sido el opuesto: un sistema con menor estabilidad, más irregularidad y una frecuencia anómala de situaciones de excepcionalidad hidrológica. No es la sequía quien lleva al sistema a la excepcionalidad permanente, sino unas Reglas mal concebidas.
Solo ese fracaso técnico bastaría para revisarlas. Pero además, el nuevo marco legal —el Plan Hidrológico del Tajo 2023 y las sentencias del Tribunal Supremo— obliga a hacerlo. No se trata de trasvasar más o menos, sino de gestionar mejor, dentro de la ley y de la realidad hidrológica actual.
Buscar unas Reglas de Explotación eficientes, que aporten estabilidad y buena praxis, no es ideología. Lo ideológico fue retorcer la legislación con un memorándum opaco, ajeno a la planificación hidrológica, que institucionalizó la sobreexplotación del Tajo. Mitigar parte de sus efectos no es un gesto político: es una exigencia técnica y ética.
