Hay que repensar el papel del Estado en la sociedad actual. Más allá del Estado providencia, suministrador de servicios públicos (conquista histórica), el papel del Estado liberal de guardia de tráfico, (laissez faire laissez passer) pasó a la historia. Pero no solo se trata de «corregir los fallos del mercado» por el Estado (inversión en I+D, corrección de la contaminación, equilibrio de la información, …), se trata de tomar un papel más activo en la esfera público-privada, también como suministrador de «bienes públicos». Mariana Mazzucato nos lo dice con sus propias palabras («Misión Economía: una guía para cambiar el capitalismo«, Ed. Taurus, 2021, pág. 164): Por sí solo, el Gobierno, aunque sea muy ambicioso y esté orientado por misiones(*), no puede seguir una trayectoria mejor a menos que tenga una relación más productiva con las empresas, y a menos que estas tengan una mentalidad a largo plazo y un propósito. (…) Y la relación es recíproca. Para que los sistemas públicos funcionen y formen parte de un tejido social saludable, necesitamos un sector privado diferente, uno con el que los gobiernos puedan interactuar. (…) Aunque existen movimientos que pretenden que las empresas abandonen la simple maximización de beneficios y valor para el accionista y pasen a tener una estructura de gobernanza motivada por las partes interesadas, hasta ahora hay pocas pruebas de que esto esté cambiando algo de veras, más allá del hecho de sentirse mejor. El progreso real solo ocurrirá cuando la gobernanza de las partes interesadas y el «propósito» se vuelvan un elemento central en la manera en que se gobiernan e interactúan las organizaciones (…) Para cambiar el capitalismo, debemos cambiar las interrelaciones entre el Gobierno, las empresas y la sociedad civil, sobre todo las relaciones de poder subyacente. Hay varias formas diferentes de capitalismo y la nuestra es la equivocada.
(…) Los problemas actuales del capitalismo actual (son): las finanzas que se autofinancian; las empresas preocupadas por los beneficios trimestrales en lugar de por el crecimiento a largo plazo; el calentamiento global; y los gobiernos que, en lugar de impulsar un cambio transformativo, se dedican a hacer apaños. A esta relación habría que añadir ahora, la cuestión de la energía ─¿o quizá se encuentre como subcapítulo dentro del tema del calentamiento global?
En síntesis, nos dice la Mazzucato (pág. 170): Solo mediante la reorientación de nuestra economía ─con las nociones de bien común y valor público como un elemento esencial de la producción, la distribución y el consumo─ podremos conformar y crear de manera conjunta la economía para dar lugar a una sociedad más inclusiva y sostenible.
Concluye (pág. 191): En los últimos años, se ha recuperado el concepto de «valor para las partes interesadas» con el fin de explorar maneras de contrarrestar el cortoplacismo de las empresas que solo se centran en el valor para el accionista. Este último ha llevado a las compañías a centrarse en la simple maximización de los beneficios, que luego se distribuyen entre los accionistas mediante el pago de dividendos y prácticas como la recompra de acciones que aumenta el precio de estas. En cambio, un punto de vista que tenga en cuenta a las partes interesadas no debe recompensar solo a los accionistas, sino a todos los actores: los trabajadores, las comunidades y el medioambiente. Este concepto reconoce que el valor se crea de forma colectiva ─de modo que las recompensas deben distribuirse equitativamente─ y, sobre todo, que las empresas tienen que centrarse en el largo plazo, no en el corto. Por definición, el pensamiento a largo plazo reflexiona sobre todas las fuentes de creación de riqueza que deben ser financiadas, así como las diferentes voces que deben contribuir a las decisiones acerca de qué financiar. Con una gobernanza corporativa de las partes interesadas, las firmas están controladas, directa o indirectamente, por los accionistas y un grupo más amplio de partes interesadas. Por ejemplo, en los países escandinavos los sindicatos de trabajadores cuentan con representación en los consejos de las empresas y tienen voz en los tipos de inversiones que se realizarán en el futuro, así como en las cuestiones relacionadas con la remuneración.
(*) Llegar a la Luna fue un logro extraordinario que requirió nuevas formas de colaboración entre los sectores público y privado, un altísimo nivel de compromiso y la aceptación de riesgos y gastos muy elevados para alcanzar una meta a largo plazo. En el programa APOLO puesto en marcha por el presidente Kennedy, trabajaron 400 000 personas del Gobierno, Universidades; empresas grandes y pequeñas; y sociedad civil. A pesar de su elevado coste, los beneficios derivados de las tecnologías de todo tipo que se tuvieron que poner en marcha, sobrepasaron con mucho los costes (por ejemplo, tecnologías de información y comunicación). Inspirándose en las misiones del programa lunar, Mazzucato propone que se aplique ese mismo nivel de innovación a una serie de objetivos sociales, económicos y políticos clave con el fin de salir del estancamiento del capitalismo actual.