El dilema con Entrepeñas y Buendía: seguir como hasta ahora o gestionarlos bien

Los embalses de Entrepeñas y Buendía (EyB), situados en los ríos Tajo y Guadiela respectivamente, funcionan como un único sistema de regulación (hiperembalse). En conjunto tienen unos 2500 hm³ de capacidad, unas tres veces las aportaciones de las últimas décadas. Tienen capacidad para realizar una gestión hiperanual: almacenar en años húmedos para afrontar con holgura los años secos. Se dan, por tanto, las condiciones idóneas para una gestión hídrica sosegada. Sin embargo, no está siendo así. ¿Qué está ocurriendo?

Para situarnos, veamos la evolución de su nivel de llenado y de las aportaciones recibidas:

Evolución del nivel de llenado y aportaciones recibidas en los embalses de Entrepeñas y Buendía

Hay una ruptura clara a partir de 1980. Antes, los embalses oscilaban entre el 30% y el llenado prácticamente completo, con una media del 67%. Se utilizaba eficazmente su capacidad de regulación hiperanual para adaptar la variabilidad natural de las aportaciones a las necesidades de desembalse. Eran los años del llamado Mar de Castilla y del auge turístico de sus municipios ribereños, especialmente desde Madrid. Este desarrollo convivía con el uso principal de entonces: el hidroeléctrico.

A partir de 1980 el panorama cambia radicalmente. Es raro ver los embalses por encima del 40%, y cuando lo hacen, pronto vuelven a bajar. La media cae por debajo del 30%. Se han rozado mínimos técnicos de explotación. Las tensiones ambientales, sociales y económicas se han intensificado. Se han dictado decretos de sequía y aprobado compensaciones millonarias.

En las gráficas se aprecia también un descenso brusco de las aportaciones a partir de 1980, de casi el 50%. Pero este descenso no justifica el vaciado estructural de los embalses. Podría explicar dificultades puntuales a inicios de los 80, pero no cuatro décadas de niveles bajos. La realidad es que la gestión no se ha adaptado a la disponibilidad real del recurso. Se pretende extraer un agua que no está. Se fuerza el desembalse en los años húmedos, y no queda nada en los secos. Es una sobreexplotación. Una mala gestión. Irresponsable. Lamentable. Y lo peor: promovida por la propia Administración.

En 1980, coincidiendo con el llamado «efecto 80», se produjo un cambio de uso: los embalses pasaron a regular los «excedentes» del Tajo para ser trasvasados por el Acueducto Tajo-Segura (ATS). Una infraestructura que ha funcionado muy por debajo de sus expectativas. Para intentar compensarlo, se sobreexplota la cabecera del Tajo. Esto se refleja en los niveles de los embalses y ha generado un daño severo: a la cuenca del Tajo en su conjunto y a los municipios ribereños en particular. Un impacto ambiental, social y económico que no se habría producido si realmente se hubieran trasvasado solo excedentes, como marca la legislación.

El problema, conceptualmente, es simple: repartir el recurso entre Tajo, ATS y evaporación. Esta última es consecuencia natural del almacenamiento. Para una buena gestión, como la de antes de 1980, con un nivel medio de llenado en torno a dos tercios, hay que asumir una evaporación de unos 90 hm³/año. Si tomamos como referencia las aportaciones del periodo 2009-2023 (692 hm³/año), las más bajas y recientes (posiblemente ya afectadas por el cambio climático), y consideramos las salidas legales al Tajo (unos 400 hm³/año), el volumen medio disponible para el trasvase sería de unos 200 hm³/año.

Esto es lo que debería contemplar una propuesta de nuevas Reglas de Explotación que buscara una buena gestión de EyB. Pero la propuesta presentada en la Comisión Central de Explotación del ATS (CCEATS) los pasados 28 y 29 de abril no va en esa dirección. No busca gestionar bien los embalses sino «maximizar» el trasvase anual, aceptando una probabilidad del 20% de estar en nivel 3 y del 10% en nivel 4, manteniendo trasvases mínimos. Eso supone mantener bajos los embalses para reducir la evaporación a unos 40 hm³/año. Plantean trasvasar 288 hm³/año (24 hm³/mes) en nivel 2, lo que es insostenible.

Esto conduce a embalses constantemente bajos, niveles 3 y 4 frecuentes, menor evaporación y ningún uso de la capacidad de regulación hiperanual. Se gestiona EyB como si su capacidad fuera apenas superior al umbral de nivel 1. Es repetir el error de los últimos 45 años. Y sobreexplotar la cabecera del Tajo no soluciona el fracaso estructural del ATS.

No se trata de comparar el Tajo con el Segura. La cuenca cedente es prioritaria. Debe atender sus necesidades: consuntivas y no consuntivas, caudales ecológicos y objetivos ambientales. Sin condicionalidad alguna. Los excedentes deben definirse sin depender de lo que ocurra en la cuenca receptora.

El problema de fondo es legal: la definición actual de excedentes está viciada. Y está en la Ley. Por tanto, hay que modificar la Ley. Mi propuesta: derogar las disposiciones del memorándum de 2013 y devolver la definición de excedentes al Plan del Tajo, como contempla la Ley 52/1980. Ahí es donde deben definirse, una vez asignados los recursos del Tajo a los usos del Tajo.

Además, habría que reformar la legislación para corregir otros anacronismos: por ejemplo, que la asignación del agua trasvasada se realice en el plan del Segura, permitiendo una gestión eficiente e integrada. Y clarificar el funcionamiento del trasvase al Guadiana, completamente ausente del debate público.

Mientras tanto, existe la posibilidad de cambiar las Reglas de Explotación del ATS. Una figura que no debería existir si los excedentes estuvieran bien definidos. Como no lo están, se crearon estas reglas para programar trasvases mensuales, buscando estabilidad interanual. Objetivos que no se han cumplido. La reforma de 2021 fue insuficiente. Y la propuesta de CCEATS no busca corregir la mala gestión, sino adaptar las reglas al nuevo caudal mínimo ─que no ecológico─ del Tajo. Lo que evidencia que la definición actual de excedentes no respeta la prioridad del Tajo.

La propuesta de CCEATS, en realidad, es cosmética. Se descuenta del trasvase mensual en nivel 2 el aumento del caudal mínimo por Aranjuez hasta 2026, y se retocan los umbrales entre niveles para maquillar indicadores, a costa de más inestabilidad. Aunque desde distintos ámbitos se intente presentar como una mejora para el Tajo, la realidad es otra: perpetúa un modelo de gestión fallido.

El caso es que Entrepeñas y Buendía sí se pueden gestionar bien. La propuesta de la Cátedra del Tajo UCLM‑Soliss de 2023 lo demuestra.

Confiemos en que se corrija la propuesta de CCEATS y se planteen unas Reglas de Explotación que realmente busquen gestionar bien los embalses. No repetir los errores del pasado.

Autor:

Antonio de Lucas Sepúlveda

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos (UPM) y Doctor por la Universidad de Alcalá en el programa Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos.
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