La cosa comenzó hace setenta años en un cine de verano.
Cuando tenía yo once o doce años, hacia 1952-53, una noche de verano en la que el calor dificultaba el sueño, mientras dábamos lugar a que refrescara la noche acompañé a mi padre a ver una película en el cine Terraza del Casino, en Manzanares (Ciudad Real). El mal llamado cine era un patio con suelo de carrujo (gravilla fina de río) y sillas de tijera, con pantalla jabelgada sobre un tapial del fondo, pozo con garrucha para regar el patio en la pared de la derecha y bar al fondo, frente a la pantalla; al lateral izquierdo daban las habitaciones del Hotel Casino; desde la planta alta los huéspedes seguían la película desde las ventanas de sus habitaciones.
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