UNO
Sábado de mediados de octubre de 2011. Con mi mujer nos encontrábamos en una urbanización de la sierra de Madrid visitando a unos amigos. Recibí una llamada en el móvil. Salí al jardín para contestar. Lucía un magnífico crepúsculo guadarrameño.
Se trataba de un miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua. Quería confirmar si estaba yo enterado ─como Jefe de la Oficina de Planificación─ de que el Plan Hidrológico del Tajo estaba colgado ese mismo día en la web de la Confederación. Le manifesté mi sorpresa:
─ Pues es la primera noticia que tengo. No te puedo decir otra cosa.
Ante su insistencia de que se trataba de un hecho comprobado, por no parecer descortés, añadí:
─ El Plan está terminado por parte de la Oficina de Planificación desde hace unas semanas. Tiene un total de unos 40 documentos y más de 4000 páginas. Pero repito, no sé quién habrá ordenado colgarlo en la web─ Después de unos momentos de silencio añadí improvisadamente: ─ El lunes, cuando vaya a la oficina, me enteraré de quien lo ha mandado colgar.
Cerré el móvil y me quedé unos momentos pensativo. Consideré que mi improvisada respuesta de esperar al lunes no había estado mal del todo. La decisión de hacer público el Plan correspondía a la presidenta del organismo. Podría ser una orden política de arriba, pero ¿de quién? Lo más probable sería que procediese de Castilla-La Mancha (¿Barreda?), dada que la entonces presidenta del Tajo, Mercedes Gómez, había sido anteriormente Consejera de Agricultura de Castilla-La Mancha y se decía que su nombramiento se debía al presidente de dicha Comunidad.
Pero ─pensaba yo─ también podría provenir la orden de la directora general del Agua, Marta Morén, con la que habíamos mantenido varias reuniones de trabajo tanto en el ministerio como en la sala de juntas de la Confederación. En las reuniones celebradas en la Confederación asistíamos no más de 4-5 personas y a las que no estaban convocados ─de manera sorprendente─ los sucesivos presidentes de la Confederación (José María Macías y Mercedes Gómez), a pesar de celebrarse las reuniones en su sede. Lo que se ventilaba en esas reuniones era la cuantía de los excedentes del Tajo con vistas al Trasvase Tajo-Segura. Con ayuda de proyecciones en pantalla, se habían tanteado diversas hipótesis sobre recursos, reglas de explotación y excedentes trasvasables utilizando un simulador de la cabecera del Tajo que habíamos construido informáticamente y con el que le gustaba tantear a Marta Morén distintas posibilidades[1]. Se le diesen las vueltas que se le diesen, las cuentas del agua de la cabecera del Tajo ponían de manifiesto una fuerte reducción de los volúmenes excedentarios ante la escasez de aportaciones en los últimos 30 años. Como anécdota recuerdo que la directora hacía para sí las cuentas en catalán aunque con voz audible.
Rápidamente descarté esta segunda posibilidad, pues resultaría chocante (y positivo como signo de independencia de criterio) sacar el Plan del Tajo a la luz pública sin pasar por el fielato murciano. En cualquier caso, se trataba de una decisión relevante políticamente y ─pensaba yo- era bueno esperar al lunes para saber prudentemente a qué atenerse. Sobre todo a la vista de que las elecciones generales estaban previstas para un plazo menor de dos meses con cantado cambio de gobierno, y que los candidatos de Castilla La Mancha planteaban el agua y el trasvase como una cuestión importante dentro del debate político.
DOS
El lunes no me dio tiempo a preguntar al llegar a la Confederación. Antes de entrar en mi despacho me comunicaron que el domingo por la tarde Marta Morén había ordenado de manera fulminante que se retirase el Plan de la página web de la Confederación. Lo primero que pensé para mis adentros fue: «Murcia habemus». Enseguida conecté por teléfono con el responsable de la informática de la Confederación, que vino a decirme:
─ El viernes por la tarde tuvimos que venir a trabajar por orden de la presidenta para colgar el Plan. El domingo nos llamó otra vez para que viniésemos y lo quitásemos. ¡Vaya fin de semana que llevamos!
A la vista de la situación, decidí esperar acontecimientos… y poner a salvo un paquete de CDs con el Plan completo y un grupo de documentos-resumen. Asimismo indiqué que se guardasen bien guardados ejemplares en papel e informáticos del Plan completo. Como el plan había estado 24 horas a disposición del público, estábamos a resguardo en el caso de que se quisiera difundir discretamente.
TRES
El fin de semana siguiente varios diarios de ámbitos nacional y murciano incluyeron diversas noticias sobre el alumbramiento público del Plan del Tajo y su inmediata retirada. Junto a una excusa, claramente forzada, de la presidenta del Tajo, se exponía un comunicado de la dirección general manifestando que lo publicado era un borrador incompleto y que faltaba un informe del Centro de Estudios Hidrográficos. Se trataba de un comunicado claramente cínico y profesionalmente indignante, propio de políticos sin escrúpulos. Se denigraba a los profesionales y se criticaban puerilmente sus trabajos, sin darles oportunidad alguna de réplica, y se recurría a un organismo, el Centro de Estudios Hidrográficos que, en materia de trasvases, había sido en el pasado y, sobre todo en la actualidad, «la voz de su amo». Los corifeos murcianos y alicantinos se rasgaron las vestiduras ante supuestas pérdidas pecuniarias y se aferraron a un agua ficticia que sólo existía en el papel y en sus deseos.
Pocos días después de aparecer estas inefables noticias, la «cúpula» de la Confederación, con su presidenta al frente, fuimos convocados por Marta Morén en el ministerio para tener una reunión por la tarde.
Después de una larga y tensa espera en el antedespacho, pues sabíamos que «nos iban a leer la cartilla», pasamos a la sala de juntas anexa. La disposición que adoptamos al sentarnos no auguraba nada bueno. La cabecera de la mesa, dispuesta en forma de U, la ocupó la directora flanqueada por dos funcionarios. En un lateral de la mesa, asimétricamente, nos alineamos Mercedes Gómez y los cuatro cargos funcionariales de la Confederación por orden protocolario del BOE, por lo que me tocó el lugar más alejado.
Marta estaba desencajada y con un humor de mil diablos. Pensé para mí: «Buena bronca le han debido echar». De manera entrecortada vino a decir:
─ ¡Hacerme esto a mí! ¡A Marta Morén!
Repitió que no habíamos sido leales al colgar el Plan del Tajo y que con ella, con Marta Morén, habíamos sido desleales. Repitió la misma idea varias veces obsesivamente, dándole vueltas pero con el mismo contenido: el de la deslealtad. Pensé que cuando se invoca la lealtad por un superior, a lo que realmente se está refiriendo es a la sumisión. Me sorprendió que hubiera tomado la cosa por el lado personalísimo. Cuando dejó de hablar se produjo un tenso y largo silencio. Como resultaba que la cosa era de «mi negociado», consideré que debía decir algo para romper el hielo. Pedí disculpas (siempre es bueno pedir disculpas ante la superioridad aunque uno no tenga nada que ver en el asunto) y dije que se podría haber cometido un error, pero nunca una deslealtad. Me pareció percibir que mis palabras estaban fuera de lugar, pues nadie añadió nada más y se dio por finalizada la reunión.
CUATRO
¿Cuál era en esencia el problema del Plan del Tajo? Pues simplemente que el Trasvase Tajo-Segura había sido el opus magnum de la ingeniería hidráulica española desde los tiempos de la Segunda República, pero los pronósticos hidrológicos acerca de la cantidad de aportaciones en la cabecera del Tajo habían fallado estrepitosamente. Los documentos del Plan del Tajo exponían claramente este tremendo fallo: desde que se puso en marcha el Trasvase en 1980, la cantidad de aportaciones a los embalses de Entrepeñas y Buendía, lugar de arranque del Acueducto Tajo-Segura, había sido la mitad de la prevista en el proyecto. Con las aportaciones reales (del orden de 760 hectómetros cúbicos de media anual) resultaba que no había agua ─ni de lejos─ para satisfacer las necesidades del Tajo, prioritarias por ley, y los grandes trasvases previstos al Sureste (600 hectómetros cúbicos anuales). Los conflictos sociales, legales y políticos derivados de la escasez de las aportaciones habían sido numerosos y constantes en los 30 años transcurridos. La situación se había convertido en un torpedo de flotación en la línea de los trasvases; línea trasvasista que venía a constituir el mayor empeño de nuestra política hidráulica tradicional desde la Segunda República hasta nuestros días.
Ahora aparecía, además, un segundo problema: de acuerdo con la Directiva Marco del Agua europea, los ríos deberían ser ríos y conservar una calidad del agua y de los ecosistemas asociados parecida en lo posible a las condiciones prístinas. El Plan del Tajo partía de reconocer que el eje del Tajo quedaba exhausto por la extracción de sus aguas para el Trasvase. A partir de Aranjuez el Tajo recibía los vertidos de la gran conurbación madrileña y presentaba un aspecto deplorable a su paso por Toledo y Talavera de la Reina, a pesar de las grandes inversiones en depuración efectuadas con anterioridad en la Comunidad de Madrid
Para cumplir el mandato europeo, el Plan del Tajo proponía dos conjuntos de actuaciones: en primer lugar, dejar circular más agua por los ríos, en especial por el Tajo, aunque siempre de manera razonable (caudales ecológicos mínimos). Complementariamente, aumentar sensiblemente el grado de depuración de las aguas residuales de Madrid, lo que requería notables inversiones para el tratamiento de nutrientes. Era la única forma de poder cumplir los mandatos europeos (conseguir un buen estado de las masas de agua) a plazo medio-largo.
La respuesta de nuestras autoridades hidráulicas de 2011 ante la publicación del Plan del Tajo fue fulminante: desautorizar contundentemente el Plan sin más explicaciones. Había que conservar la burbuja económica creada en Murcia y Alicante con la promesa de agua abundante y barata, pugnando (ilusoriamente) por arañar votos en las cercanas elecciones, que sabían perdidas de antemano.
Posteriormente la doctrina oficial consistió en negar los hechos tozudamente: postulaban que 30 años no eran nada desde el punto de vista hidrológico; que había que considerar las aportaciones de agua en los años 1920-1980, periodo durante el cual resultaron más abundantes e invocar que en el antiguo Egipto las sequías solían durar 50 años y más. Se trataba de apretarle el pescuezo al Tajo con objeto de sangrarle hasta la última gota. Un vez más, los intereses crematísticos de los grupos de presión (casta trasvasista) primaron sobre los datos objetivos y las razones consecuentes.
CINCO
Pero sigamos el hilo de nuestro relato. Mercedes Gómez nos comunicó que había presentado su dimisión, pero sin aclarar si se la habían aceptado. Unos días después me comunicó que Marta Morén le había pedido mi cabeza, cosa que me sorprendió, pues no había tenido yo arte ni parte en el evento subyacente. No obstante, la dije a Mercedes que dispusiese de mi puesto de trabajo como mejor le conviniese, pues me quedaba solamente año y medio para mi jubilación forzosa. Me dijo que intentaría mantenerme, máxime a la vista del escaso plazo que quedaba para las elecciones generales y que Marta se iba de viaje a Australia para dos semanas.
Cuando la directora regresó de su viaje a las antípodas, Mercedes me volvió a comentar que Marta le preguntó nuevamente por mi decapitación, pero Mercedes hizo oídos sordos. Guardo muy buen recuerdo de Mercedes.
SEIS
Unos meses después, celebradas las elecciones generales con el previsto cambio de gobierno y nombradas las autoridades de primero y segundo nivel, le tocó el turno del relevo a la presidencia de la Confederación del Tajo. A Mercedes, como funcionaria, la destinaron a un puesto de mucha menor categoría en un lugar cuyo nombre no recuerdo de Castilla La Mancha. El nuevo presidente de la Confederación, Miguel Antolín, rápidamente cesó a dos de los cuatro directores y confirmó a un tercero.
Cuando llegó mi turno, me dijo que a él le gustaría que yo siguiese en mi puesto, pero tenía dudas de que se lo admitiesen en la dirección general. Rápidamente le manifesté que le agradecía su interés y que me encontraba a su disposición, indicándole que me quedaba poco para mi jubilación y comentándole, por hablar de algo, que «ya» las anteriores autoridades hidráulicas (del partido político contrario) habían querido cesarme. El comentario resultó «mano de santo»; desde ese momento no volvimos a hablar de asunto de mi continuidad, considerándome implícitamente confirmado. Resultó que durante el tiempo de su presidencia nos entendimos bastante bien. Pero tanto Antolín como anteriormente Macías, en privado estaban convencidos de la irracionalidad del trasvase y su necesidad de reducirlo sensiblemente; pero de cara al ministerio cumplían «religiosamente» las órdenes trasvasistas que recibían (lo eran). Me recordaban el prurito de los funcionarios británicos: «Los funcionarios de su Graciosa Majestad tienen a gala cumplir brillantemente las órdenes de sus superiores políticos… ¡por absurdas que éstas sean!».
SIETE
Transcurrieron un par de años. Me había llegado hacía un año el tiempo de la jubilación, que tuve que adelantar tres meses por motivos que serían causa de otro relato, aunque no resultan difíciles de imaginar cuando uno trata con políticos. Un día, hablando con mi antiguo primer presidente (José María Macías), me llevé una gran sorpresa. Habíamos sido en los años de estudios compañeros de curso en la Escuela de Ingenieros de Caminos y cuando en 2008 me jubilé en el Canal de Isabel II (por estar así preceptuado en su convenio colectivo), José María me llamó para que fuese a la Confederación. Los principales contenidos del Plan del Tajo habían sido hablados con él, con los que se mostró totalmente conforme ─al menos en privado─. Incluso resultaban más moderados de los que él sugería.
Me soltó sin más preámbulo que él, José María Macías, había sido quien solicitó mi cabeza a Josep Puxeu, secretario de Estado de Medio Rural y Agua, con motivo del affaire de la primera salida a la luz pública del Plan del Tajo. Y añadió:
─ Dada la proximidad de las elecciones generales no se podía cesar a la presidenta (Mercedes Gómez). Así que le dije a Puxeu que cortasen tu cabeza.
Resultaba que Macías había estado en el equipo de Cristina Narbona en la travesía del desierto de su partido durante los gobiernos de Aznar y se había convertido en consultor áulico de Puxeu (según él decía) y en padre putativo de Marta Morén (esto lo digo yo).
No repuesto totalmente de la sorpresa ─y no exento de aviesa intención por mi parte─le dije que no entendía la jugada de fondo, pues lo único que habían conseguido con ese proceder era que su partido no había ganado un sólo voto más en Murcia (al contrario, había sufrido un batacazo), pero sí en cambio había perdido el gobierno de Castilla-La Mancha. Me manifestó que Josep Puxeu y Antonio Cerdá (Consejero de Agricultura de Murcia) eran amigos y tenía negocios juntos y que Puxeu pensaba que lo del trasvase se podía arreglar fácilmente con un acuerdo entre ellos. También me habló de las relaciones comerciales y de otro tipo que Puxeu mantenía con Marta Morén. Me quedé estupefacto del nudo de intereses de «la clase gobernante» y, sobre todo, de la ingenuidad de nosotros, los súbditos. Me sorprendí a mí mismo haciendo el chiste de que «la casta» era una expresión para estos personajes tanto cuando se refería a la honradez (de cintura para arriba) como a la honestidad (de cintura para abajo). Como desahogo le manifesté a Macías lo que era del dominio público (hidráulico o no): que tanto Josep Puxeu como Marta Morén habían resultado ser en materia de agua «muy flojitos» y que no sabría decir cómo iba a resultar Puxeu en su nuevo cargo de presidente del lobby de las bebidas refrescantes y azucaradas.
OCHO
Después de pasar meses en el limbo, el Plan del Tajo se reactivó a finales de 2012. La inactividad coincidió con el periodo de Juan Urbano, presunto director general del agua. Tras su breve etapa y cese, fue nombrada nueva directora general Liana Ardiles, a la que conocía desde hacía tiempo. Últimamente nos habíamos encontrado en la Comisión de Agua y Medio Ambiente del Colegio de Caminos, coincidiendo en nuestras apreciaciones críticas respecto a la política de aguas que se venía manteniendo en la Administración y en el Colegio ante su excesivo tradicionalismo. Pronto me desengañaría. Nada más tomar posesión, Liana expuso un programa en materia de agua más retrógrado que los anteriores, a base de más pantanos, más regadíos, menos directiva marco y mucho menos medio ambiente.
En diciembre de 2012 y enero de 2013 se celebraron unas reuniones sobre el Plan del Tajo (en realidad, sobre la «salvación» del Trasvase) presididas por Federico Ramos, secretario de Estado del Agua. En las mismas, el secretario de Estado demostró tanto exceso de soberbia como escasez de conocimientos sobre el agua. Como resultado de las reuniones, Liana Ardiles nos envió un infame correo electrónico (a modo de ucase) en el que ordenaba lo que teníamos que poner en el Plan del Tajo, sin ninguna justificación técnica ni legal, pero de forma imperativa. Incluso se nos dijo por teléfono que una vez incluidas en el Plan los mandatos recibidos (en especial, los caudales mínimo/máximos que circularían por el Tajo) enviásemos el texto a la dirección general para que comprobasen si los habíamos incluido literalmente según lo mandado.
La última indignidad fue la gota de agua que hizo desbordar el vaso, máxime cuando me encontraba en situación administrativa de poderme jubilar a voluntad con sólo avisar con tres meses de anticipación. El 17 de marzo presenté en el registro del ministerio la instancia de adelanto de mi jubilación. Por calendario podría haber prorrogado mi situación en activo hasta finales de septiembre.
Aún me quedaría una última labor por realizar. Cuando le comuniqué a Miguel Antolín mi decisión de adelantar la jubilación, me pidió con buenas e irresistibles maneras que tenía que llevar a cabo, antes de irme, el proceso de información y participación pública del Plan. Acepté desarrollar el paripé.
Y eso resultó. Liana Ardiles se cuidó de enviar espías a los actos que celebramos en Madrid y en Talavera de la Reina. En algún caso, asistió sin darse a conocer la persona que posteriormente me sucedería en la Oficina de Planificación. Después de cada reunión inmediatamente llamaba Liana Ardiles a Miguel Antolín dándole quejas de mis actuaciones; quejas que Antolín me trasladaba puntualmente. Pero asimismo resultaba que los asistentes a las reuniones procedentes del territorio de la cuenca del Tajo tampoco estaban de acuerdo ni sobre las reuniones ni sobre su contenido. Y es que quien intenta ─sin convencimiento─ situarse quijotescamente en medio de un conflicto termina doblemente apedreado.
NUEVE
¿Qué decisiones tomamos en la Oficina de Planificación de cara a trasvestir el Plan de 2011 con el fin de acomodarlo al dictum de la dirección general del agua de 2013? Como dijimos antes, las decisiones fundamentales que se nos impusieron fueron las relativas a los caudales circulantes en el eje del río Tajo. Los denominados caudales ecológicos de la versión del Plan de 2011 habían sido calculados de acuerdo con la metodología establecida por el propio ministerio. Ahora se imponían manu militari unos denominados caudales mínimos (en realidad lo que se fijaba eran caudales máximos) sin justificación alguna y de todo punto injustificables; su única sinrazón era la del mantenimiento a cualquier precio de la burbuja del trasvase para beneficio exclusivo de un lobby y…de la consecución de votos en las regiones del sureste.
Ante este panorama, hicimos de la siguiente versión del Plan hidrológico del Tajo una simple farsa. Rebajamos los caudales circulantes por el eje del Tajo de ecológicos a mínimos ─según lo mandado─, lo que suponía una reducción drástica del agua circulante por el río, y dejamos todo lo demás como estaba anteriormente. Es decir, el Plan se transformó en un documento incoherente e inconsistente de cara a alcanzar los objetivos ambientales en las masas de agua del eje del Tajo, objetivos ambientales que constituían la quintaesencia de la directiva marco del agua europea.
La cosa quedaba meridianamente clara para los que mirasen el Plan con ojos europeos. Con el conjunto de medidas que se proponían en el refrito Plan de 2013 (caudales circulantes y medidas de depuración de las aguas residuales), no era posible alcanzar los objetivos ambientales. Por consiguiente ─pensábamos─ cuando el Plan sea examinado por Bruselas, no conseguirá el aprobado. Es decir, como señal de cabreo dejamos una pequeña bomba enterrada pensando que también podría ser aplicable al teatro del agua la célebre reflexión orteguiana de: «España es el problema; Europa, la solución».
La pequeña historia del Plan del Tajo en su versión oficial termina con su desactivación y desustanciación por medio del célebre y lobbista Memorándum, así como con el decreto sobre las reglas de explotación del trasvase pro domo súa. La cuenca del Tajo y sus gentes habían perdido la batalla totalmente. Pero, ¿la habría perdido alguien más? y, sobre todo, ¿quién la había ganado? ¿No estaba, acaso, el país reclamando una política orientada hacia los sectores industriales y de servicios y menos agrarista? Como afirmó un director general hacia 1990: «Invertir en agricultura es invertir en pobreza». Aunque los grandes cazadores de primas de la PAC o los cazadores de subvenciones públicas para beneficio privado a través de los riegos puedan tener una visión distinta.
Madrid, diciembre de 2014.
[1] La diferencia entre un simulador y un modelo de simulación es la misma que existe entre un antiguo ordenador de tarjetas perforadas y un ordenador personal. En un simulador, tanto los datos de entrada como los parámetros y las variables de decisión pueden cambiarse con facilidad y simultáneamente. Las respuestas, convenientemente ordenadas en tablas y gráficos para cada elemento, se obtienen de inmediato. Por decirlo de otra manera, mientras que un modelo de simulación se mueve en una dimensión o con un grado de libertad, un simulador lo hace en varias dimensiones o con muchos grados de libertad. En el caso de la cuenca del Alberche, el simulador que se confeccionó contenía hasta cerca de 100 parámetros y variables de decisión que se pueden cambiar a voluntad. Un simulador presenta una clara ventaja pedagógica e incluso podría (debería) utilizarse en reuniones de concertación a las que asistiesen tanto interesados como conocedores del problema de que se trate. Cuando me jubilé en 2013 no tenía constancia de que el Centro de Estudios Hidrográficos, consultor áulico de la dirección general del agua, se hubiese adentrado aún por el camino de las nuevas herramientas.